Cuando ha pasado tanto tiempo desde que leíste un periódico, viste la televisión o revistaste tus redes sociales que ya no sabes qué está pasando en el mundo.

Cuando te da miedo admitir que estás teniendo dificultades por el temor al juicio dentro de la paternidad o al abandono. Así como miedo a que algo le pase a tu hijo.

Cuando te mueres por irte de vacaciones lejos de tu bebé, sólo para poder reponer el sueño perdido.

Cuando estás tan enfocada en alimentar, cambiar y dormir a tu bebé que olvidas hacerte cargo de tus necesidades más básicas.

Cuando ya no escuchas llorar a tu hijo (o a ningún niño, para el caso) porque lloran tan seguido que ya te has vuelto inmune al ruido.

Cuando te escondes en otra habitación y finges estar dormido(a) para que tu pareja lidie con el bebé.

Como llaman los nuevos padres a los extraños que ofrecen pensamientos y consejos no solicitados sobre cómo crías a tu hijo.

Cuando, a pesar de amar a tu bebé, a veces te sientes más llorosa, abrumada y sola en este nuevo viaje de ser mamá.

Cuando, como mamá, no puedes hacer nada bien, mientras que papá no puede hacer nada mal.